¿Te acuerdas de cuando eras feliz con tan poco? Muchas veces lo pienso, lo que nos complicamos la vida y lo que nos cuesta disfrutar de lo pequeño. De los detalles que a veces pasan desapercibidos. Pero fíjate bien, ¿a que siguen moviendo algo? ¿te apetece que los recordamos?
Me apetece que llueva, que huela a mojado, volver al pueblo y llenarme de recuerdos. A infancia, a correr por los calles empedradas, a estar todo el día en la calle, al bocadillo, a llenarme de barro y que no me importe.
Me apetece dulce, hacer bizcocho. En familia. Ese toque de limón, ese olor a recién salido del horno. Hacer un chocolate caliente. Mancharse de harina entre risas, compartir un secreto entre chicas.
Me apetece leer, escuchar cuentos, muchos inventados. Que me hagan imaginar nuevos mundos, que me hagan reír, lo absurdo y lo fantástico. Una reflexión de repente, dejar volar la imaginación.
Me apetece ilusionarme con un regalo, pero mejor si se ha hecho a mano. El olor a plástico, a nuevo. Intercambiar cartitas de cambiar, descubrir nuevos aromas, coleccionar jaboncitos o llenar una carpeta de pegatinas.
Me apetece recordar el verano, la sensación de felicidad, el aroma a crema solar. A que las olas me llenen de arena, de algas y de sal. De colchonetas y castillos de arena.
Me apetece contar confesiones, soñar y descorchar botellas de vino. Olvidar el reloj, hablar de todo, reir hasta que me duela el estómago. Recordar viejos momentos, que sea una noche inolvidable, de las que no se planean.
Me apetece volver a conocerte y tener cien primeras citas. Perdernos entre la multitud y volverte a conquistar. Escribirnos cada minuto, imaginar cómo serás, redescubrirte. Sorprenderme cada vez que te vea, improvisar.
Que no te engañen, la felicidad no viene de los grandes momentos. Todo es mucho más sencillo de lo que parece. Párate, observa, recuerda y medita. Charlotea, respira hondo y siente todo.
No es tan difícil ser un poquito más feliz. No dejes de crear recuerdos sencillos, ¿empezamos hoy mismo?
Imagino que lo de los cuentos inventados va por mí. Esos no eran cuentos inventados, eran cuentos impuestos por ti. Me decías el argumento y yo tenía que darle a la cabeza para inventarme cosas a veces muy extrañas. Y tú, niña rebelde, cuando no te gustaba lo que te contaba, me corregías y tenía que seguir tu senda. «Y entonces el osito se cayó a un pozo…» ¡No, el osito no se cayó a ningún pozo! Y había que sacarle al osezno del pozo e inventarse algo que le gustase a la niña. Hartito me tenías. Besorros de tu paporro :-)
Ooooh que ilusión que hayas comentado :)
Imagino que siempre tuve «las ideas claras» y si el osezno no se caía, no se caía y punto :P
Gracias por haber fabricado para mi aquellos recuerdos tan bonitos,
Un besorro avejorro,